En Europa, a finales del siglo XIX, los camposantos comenzaron a quedarse pequeños y fue necesario ampliarlos para poder dar sepultura a todo el mundo. Tomando como ejemplo los cementerios de España y Portugal, se comenzaron a construir hileras de nichos en inmensas criptas subterráneas, laberínticas y de interminables pasillos. Las criptas de Laeken y de Namur, en Bélgica, son un claro ejemplo de ello, famosas por las tenebrosas historias que se cuentan y su peculiar diseño arquitectónico.
En 1878 el alcalde de la ciudad belga de Laeken, Emile Bockstael, decidió que era necesario remodelar el cementerio local con la construcción de una cripta bajo el mismo. Ésta contaría con tres galerías principales y una docena en cruz. Años después, entre 1919 y 1928, se ampliaría con cuatro galerías más. En 1933 también se construyó el columbario de lo que hoy en día se conoce como el cementerio militar. Un Columbario es un monumento funerario originario de la antigua Roma que está formado por varios compartimentos o nichos donde se colocan las urnas cinerarias.
El cementerio de Laeken es el último de la Región de tipo «parroquial», que está construido alrededor de una iglesia según la antigua costumbre cristiana de enterrar a los muertos cerca de los vivos. Otros cementerios de esta clase han sido sustituidos por cementerios municipales ya que en la época de su construcción se ubicaban en zonas alejadas y sin urbanizar. Su estatuaria es obra de los escultores de moda de la época, destaca sobre todo un ejemplar de "El pensador de Rodin" y veladas plañideras de piedra o bronce esculpidas en poses en ocasiones sugestivas inclinándose sobre tumbas coronadas por bustos de personajes notables cuyo fallecimiento se supone que es la causa de tanta desesperación plasmada en ellas. Las plañideras eran mujeres a las que antiguamente se las contrataba para llorar por los difuntos en los entierros. La mayoría de estos monumentos salieron del taller del escultor Ernest Salu (1845-1923). A este cementerio se le conoce como el pequeño "Lachaise" de Bruselas y está considerado como un gran museo de arte funerario al aire libre. La instalación de la familia real belga en Laeken en 1831 y sobre todo la inhumación de la reina Luisa María de Orleans en 1850 aumentaron su atractivo.
El cementerio de Laeken es el último de la Región de tipo «parroquial», que está construido alrededor de una iglesia según la antigua costumbre cristiana de enterrar a los muertos cerca de los vivos. Otros cementerios de esta clase han sido sustituidos por cementerios municipales ya que en la época de su construcción se ubicaban en zonas alejadas y sin urbanizar. Su estatuaria es obra de los escultores de moda de la época, destaca sobre todo un ejemplar de "El pensador de Rodin" y veladas plañideras de piedra o bronce esculpidas en poses en ocasiones sugestivas inclinándose sobre tumbas coronadas por bustos de personajes notables cuyo fallecimiento se supone que es la causa de tanta desesperación plasmada en ellas. Las plañideras eran mujeres a las que antiguamente se las contrataba para llorar por los difuntos en los entierros. La mayoría de estos monumentos salieron del taller del escultor Ernest Salu (1845-1923). A este cementerio se le conoce como el pequeño "Lachaise" de Bruselas y está considerado como un gran museo de arte funerario al aire libre. La instalación de la familia real belga en Laeken en 1831 y sobre todo la inhumación de la reina Luisa María de Orleans en 1850 aumentaron su atractivo.
Otras ciudades belgas como Namur copiaron el mismo sistema de enterramiento y en 1885 la ciudad recreó en su cementerio una replica exacta, aunque de menor tamaño, de la cripta de Laeken a la que se accede a través de una pequeña capilla situada al final de un camino y en la que una vez dentro hay que bajar una escalera de caracol. Pero los arquitectos que diseñaron estas oscuras criptas no tuvieron en cuenta la climatología o la humedad del subsuelo, así que con el paso del tiempo y las constantes filtraciones de agua fueron degradandolas hasta provocar daños irreparables. Tanto deterioro obligó a que muchas galerías y algunas estancias tuvieran que ser clausuradas, otras incluso corrieron peligro de derrumbe lo que condenó las mismas zonas del cementerio exterior.
El cementerio de Laeken en la actualidad depende de la ciudad de
Bruselas y en 2008 se invirtieron 3,7 millones de euros sólo para la
rehabilitación de su cripta, respetando la construcción antigua y un poco la decadencia que causó el abandono. Se impermeabilizaron todas
las galerías y se construyeron canales de drenaje. Pero la cripta de la ciudad de Namur
permanece abandonada desde 1980. Su aspecto
es bastante más tenebroso, lúgubre, donde sólo se respira
moho y humedad, donde el musgo cubre viejas lápidas olvidadas de
grabados ilegibles y donde las arañas tejen sus telas sobre viejas
flores secas y de plástico. Hay
lápidas de diferentes épocas, pero las del siglo XIX y principios del XX
son las más misteriosas, las que conservan a día de hoy las antiguas fotografías en color sepia de los allí enterrados. Dicen que
cuando te adentras en ellas se pierde literalmente la noción del tiempo
observando cómo se ha detenido en este lugar de cuyos techos cuelgan
estalactitas calcáreas.
Cuando las criptas entraron en desuso algunos de los muertos fueron
trasladados por orden de sus familiares a otros cementerios, pero la gran
mayoría continuan descansando en paz tanto en Laeken como en Namur. Los primeros
enterramientos que se produjeron en ellas fueron a finales del siglo XIX y se hacían en
ataúdes de madera barata lo que facilitó que la humedad los corrompiera
con el paso del tiempo e hiciera de las criptas lugares
insalubres. Los últimos enterramientos en Namur(fue clausurado en el año 1980) se hicieron en ataúdes de zinc… La medida de tomó tarde y la podredumbre transformó lo que
antaño habían sido blancas y relucientes lápidas de mármol.
Qué maravilla de cementerio, la hostia.
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