jueves, 28 de febrero de 2019

✝ La Cruz de Caravaca ✝

Si en mi antepenúltimo post os hablaba de los atrapasueños, amuletos que protegen contra las pesadillas y las malas energías, en esta entrada os voy a contar la historia de la Cruz de Caravaca, un símbolo cristiano que cumple la misma función y mucho más.


Esta es una cruz patriarcal con dos travesaños de diferente tamaño y se trata de una de las reliquias más importantes de España y del mundo, ya que en su interior guarda las astillas de la cruz original en la que murió Jesús. De hecho su nombre oficial es "Vera cruz" terminología relacionada con la antigua Orden del Temple que significa "la verdadera cruz".

Para contar su historia es necesario ubicarse en la localidad murciana de Caravaca de la Cruz, una de las principales ciudades santas nombrada por el Vaticano. Con más de ocho siglos de peregrinación, el primer jubileo del que se tiene constancia documentada data del año 1579. Pero la aparición de la reliquia se remonta a mucho antes, concretamente al siglo XIII.

En Castilla reinaba Fernando III mientras que Jaime I lo hacía en Aragón. España se dividía en reinos, Caravaca estaba invadida por los árabes y Murcia era un reino taifa. Por aquel entonces Ibn- Hud se reveló contra los almohades, un pueblo nómada (bereberes) llegado desde el norte de África a principios del siglo XI. El imperio almohade se extendía desde el centro de Portugal por toda la mitad de la Península Ibérica llegando hasta Trípoli (Libia). Corría el año 1232 y fue durante estas revueltas de poder entre los moros cuando se produjo la aparición de la Vera Cruz.

Cuenta la leyenda más popular que Ceyt-Abu-Ceyt, el sayid almohade de Valencia y Murcia, estando en Caravaca se entrevistó con los prisioneros del castillo para conocer sus habilidades. Entre ellos se encontraba un sacerdote al que le pidió que celebrase una misa por curiosidad, para ver en qué consistía. En mitad de la eucaristía el sacerdote se detuvo en seco y le dijo al sayid que no podía continuar sin la presencia de una cruz. En ese mismo momento descendió desde la ventana la cruz portada por dos ángeles que la colocaron sobre el altar.  Ceyt-Abu-Ceyt quedó tan impresionado ante tan misteriosa aparición que automáticamente se convirtió al cristianismo tanto él como todos los allí presentes.


Otras teorías hablan de que la reliquia pudo llegar a Caravaca como una especie de exvoto de algún preso cristinano llegado desde Jerusalén, el caso es que los templarios fueron los primeros en custodiar la cruz durante cuarenta y seis años y tras ellos los caballeros de la Orden de Santiago hasta más o menos su desaparición en 1873.

Durante la invasión napoleónica la cruz de Caravaca permaneció oculta por miedo al robo por parte de los franceses. Y no fueron los franceses precisamente, sino los propios españoles los que robaron la reliquia entre la noche del 12 al 13 de febrero del año 1934. Una extrañísima desaparición de la que a día de hoy se desconoce quien fue el autor y el paradero de los trozos del madero santo. Desde el principio nada cuadró en este caso y todo apuntaba a que el robo había sido perpetrado por personas muy cercanas a la cruz. El primer sospechoso fue el capellán, un hombre peculiar con marcadas ideas republicanas que ya había sido sancionado por el obispo de la Diocesis de Cartagena, salvado de ser linchado por la muchedumbre le obligaron a volver a Águilas, su pueblo natal donde falleció un par de años después. Un abogado a punto estuvo de revelar la identidad del verdadero ladrón, así lo había anunciado públicamente, pero fue asesinado en plena calle por el hermano del alcalde. El asesino nunca confesó el por qué del crimen y no se conoce interrogatorio alguno. El sumario judicial se paralizó sin motivo y se llegó a ofrecer una recompensa de 20000 pesetas, que en aquella época era un pastizal,  a cambio de pistas que llevasen hasta la cruz. El dinero se entregó, pero de la reliquia nunca más se supo.

Tras finalizar la Guerra Civil española el Papa Pío XII concedió a Caravaca dos astillas de la cruz de Cristo que Santa Elena, madre del emperador Constantino, llevó a Roma desde Jerusalen en el siglo IV.

Iconográficamente hablando esta cruz representa la unión entre el plano material con el espiritual del ser humano. Como talismán protector, para que su poder sea más efectivo debe de estar hecha de plata. Fue muy utilizada en exorcismos practicados por la Iglesia, pues se cree que su sola presencia es capaz de expulsar al demonio en automático.


PODERES MÁGICOS DE LA CRUZ DE CARAVACA. 

Es muy eficaz contra las malas energías como el mal de ojo, las envidias, la magia negra y todo mal que nos puedan desear terceras personas.

Equilibra nuestra mente y espíritu y en general armoniza nuestras vidas.

Refuerza la vida en pareja.

Ayuda a encontrar trabajo y que mejore nuestra economía, vamos que atrae la buena suerte.

Protege contra las enfermedades.

Mi madre me regaló una cuando tenía unos diez u once años, lo hizo porque yo era sonámbula y tenía muchas pesadillas, a día hoy me sigue pasando, pero no tan asiduamente, ni de forma tan exagerada como cuando era pequeña. Al parecer la cruz de Caravaca como los atrapasueños indios protege de los malos sueños y las pesadillas.

Es importante fijarse si la cruz está doblada o rota, al igual que pasa con los péndulos significa que ya ha cumplido su misión, ha absorbido todo lo malo y por lo tanto debemos de deshacernos de ella, alejarla lo más posible de nuestro hogar y reemplazarla por otra a poder ser consagrada.

Por último os contaré una curiosidad que quizás no sabéis e iréis a comprobar ipso facto y es que en el mundo esotérico existe la creencia de que si una persona tiene marcada la cruz de Caravaca en el paladar es medium por naturaleza.


La personas con la cruz marcada en su paladar ya desde muy pequeños poseen una sensibilidad brutal, muchísima empatía, suelen tener una gran intuición, sueños premonitorios y facilidad para aprender las artes esotéricas como el tarot, quiromancia, clarividencia, etc.. 😉😊


Espero que os haya gustado este artículo.