miércoles, 9 de julio de 2014

✪ El Diamante Maldito ✪

El Diamante de Hope es una piedra preciosa de color azul, también conocida como el Diamante Azul, la Joya del Mar o el Diamante de la Esperanza. Su composición contiene trazas de átomos de boro, de ahí su color azulado, y en la actualidad pesa alrededor de 45,5 quilates. 



El diamante es una de las joyas más conocidas y grandes del mundo, envuelto en un halo de misterio que lo convierte en un objeto admirado, deseado y a la vez peligroso, pues su posesión causó numerosas desdichas. Acompañado por un collar de gemas blancas, hoy en día está tasado en 100 millones de dólares.

Cuenta la leyenda que el diamante fue tomado, en un origen, de la frente de una reliquia hindú dedicada a Rama-Sita en la India. El sacerdote que lo robó fue torturado hasta la muerte y en 1642 un mercader llamado Jean Baptiste Tavernier  lo llevó a Europa dónde se lo vendió al rey de Francia Luis XIV. La joya, que en principio pesaba 112,5 quilates, fue tallada por el joyero de la corte, que la rebajó a 67 quilates. 

Luis XIV portaba el diamante en un lazo para el cuello, pero sólo lo usaba durante las ceremonias importantes. El monarca tuvo una muerte lenta y agónica, falleció en Versalles el 1 de septiembre de 1715 a causa de una gangrena senil. La hermosa, delicada y tan deseada joya fue heredada por su biznieto Luis XV que acabó convirtiéndose en un ser despreciable y odiado por sus súbditos. El pueblo le apodó "el rey déspota" y lo cierto es que no tuvo una muerte mucho mejor que la de su bisabuelo, falleció de viruela el 10 de mayo de 1774.

Al morir Luis XV el Diamante azul pasó a manos del siguiente sucesor al trono de Francia, Luis XVI, quien se lo regaló a su esposa, María Antonieta de Austria. La reina agregó el brillante a su colección de joyas y en una ocasión se lo prestó a su más leal amiga, la princesa de Lamballe. Durante la Revolución francesa el diamante fue robado y desapareció. Tras desmoronarse la monarquía, los reyes y la princesa de Lamballe, entre otros, fueron apresados y condenados a morir en la guillotina. Pero a María Luisa Teresa de Saboya, la princesa de Lamballe, no sólo la decapitaron sino que fue linchada y vejada por la muchedumbre que asaltó las prisiones, descuartizaron su cuerpo, peinaron y empolvaron su cabeza para clavarla en la punta de una pica y pasearla ante las ventanas de la celda de su amiga Maria Antonieta.

Cuatro años después del hurto, el ladrón del diamante, un cadete llamado Guillot, lo llevó a la ciudad de El Havre y posteriormente a Londres, con la única intención de venderlo y sacarse una importante suma de dinero. Pero, antes de deshacerse de la piedra maldita y poder cobrar su ansiada recompensa, Guillot fue apresado. La joya volvió a caer en otras manos, esta vez en las de un joyero inglés que lo ofreció a un conocido traficante de diamantes llamado Daniel Eliason.

La emperatriz Catalina II de Rusia, conocida como "Catalina la Grande", fue la siguiente persona que poseyó el brillante. Murió de un ataque fulminante al corazón cuando se disponía a tomar un baño. Y tras haber pasado por la Rusia imperial y la corte británica, pues se sospecha que el rey Jorge IV, quien murió loco y dejando grandes deudas, también lo tuvo entre sus bienes más preciados; en 1824 el diamante pasó a formar parte de la colección de gemas privada de Henry Phillip Hope, quien le dio el nombre a la malhadada piedra.

En el año 1862 Henry Phillip Hope falleció, su esposa Adele heredó las gemas y tras la muerte de ésta la herencia recayó en su hija. Y así el diamante fue pasando de generación en generación hasta llegar al nieto de uno de los sobrinos de Hope, Lord Francis Hope.

Lord Francis Hope, adicto al juego, quedó en bancarrota y vendió el diamante en el año 1902, poco después de sufrir unos disparos accidentales en una pierna, que el médico le tuvo que amputar. Pasó entonces a ser propiedad de Jacques Colot, que acabó sufriendo graves problemas mentales y quitándose la vida.

El príncipe Iván Kanitowski fue el siguiente de la lista, regaló el diamante azulado a una actriz y vedette llamada Mademoiselle Lorens Ladue, su amante. El mismo día que portaba el brillante, unos hombres le dispararon en mitad de una actuación y falleció sobre el escenario. Iván Kanitowski también fue asesinado por los revolucionarios rusos.

La gema cruzó el charco, y se hizo con el diamante de mal agüero un joyero de Nueva York que lo vendió a Salomon Habib, un representante del sultán de Turquía Abdul Hamid II. Abdul le ofreció la joya a su amante para demostrar así el amor que sentía hacia ella y ésta lo aceptó, pero al poco tiempo la joven se suicidó disparándose en la cabeza.

De nuevo, sin dueño, la joya volvió a estar en circulación y fue comprada por un comerciante de diamantes de París llamado CH Rosenau, que a su vez vendió al famoso joyero francés Pierre Cartier, que la intentaría subastar cuanto antes, conocedor de su mala suerte, entre los ricos de la alta sociedad de Washington DC.


En 1912 un magnate estadounidense llamado Edwar Beale McLean pagó 180.000 dólares por el diamante de Hope, atraído por su enorme belleza, no le importó que estuviera maldita. El magnate regaló la joya a su esposa y poco después su madre y dos sirvientas de la casa murieron. También falleció su hijo de 9 años atropellado por un automóvil y una hija mayor por una sobredosis de píldoras para dormir. El matrimonio acabó rompiéndose y él encerrado en un manicomio.


En 1949 el joyero Harry Winston  fue el último comprador del diamante. Se lo compró a los herederos de la familia McLean, quienes también habían sufrido alguna desdicha en sus vidas. En 1958 lo donó a la Smithsonian Institution el Museo Nacional de Historia Natural de Washington donde está expuesto y forma parte de una gran colección de diamantes.




domingo, 6 de julio de 2014

✪ La Posesión de la pequeña Christian Shaw ✪


Agosto de 1696

Christian Shaw era una niña de once años, hija de John Shaw, el terrateniente de Bargarran (Escocia). Cierto día la pequeña presenció como una de las sirvientas, Catherine Campbell, robaba un cuenco de barro lleno leche. Inmediatamente, la niña informó de lo ocurrido a su madre y ésta tomó las medidas pertinentes al respecto. La sirvienta, al enterarse de que Christian la había descubierto ante los señores de la casa, la maldijo más de cien veces deseándole que el Diablo poseyera su alma.—¡Maldita mocosa, ojalá la coman los demonios por dentro y que Satanás se apodere de su miserable alma!  

Pasaron cuatro días desde entonces cuando la pequeña Christian se encontró con la anciana Agnes Naismith, una mujer con fama de hechicera, que la miró con desprecio a la vez que pronunció unas extrañas palabras. La niña le echó la lengua y salió corriendo, ajena a lo que se le avecinaba.

El 22 de agosto de 1696 Christian cayó muy enferma repentinamente, comenzó a sufrir extraños ataques que, a ratos, la dejaban ciega, sorda y muda. Un cuerpo inerte, muerto y débil, que súbitamente comenzaba a contorsionarse y doblarse hacia atrás, de manera que sólo la cabeza y los pies tocaban el suelo, cual palo a punto de tronzar. Levitaba sobre su lecho, volaba por los corredores de la casa y hablaba con espíritus del más allá o demonios que sólo ella podía ver. Causaba auténtico pavor observar como, de repente, era arrojada con violencia contra las paredes de su estancia por una gran fuerza poderosa e invisible. Padecía horribles dolores en diferentes partes de su cuerpo y su piel se cubrió de multitud de cortes, mordiscos y arañazos que parecían desgarrarla desde el interior. Pero lo más aterrador, para todos cuantos fueron testigos de estos hechos, era verla vomitar cabellos humanos, paja doblada, heno con estiércol, plumas, trozos de carbón, alfileres y huesos.

Tras ocho semanas de horror e incertidumbre, los padres de Christian, desesperados y asustados ante tan terrible situación, llevaron a su hija para que la viera un prestigioso médico de la ciudad de Glasgow llamado Matthew Brisbane. Pero el doctor no pudo determinar cual era la enfermedad que sufría la niña, ni encontrar la causa, ni una explicación, más o menos coherente, para aquellos síntomas tan espantosos.

Una noche de delirios y alucinaciones, la niña tuvo una revelación que sorprendió a los allí presentes, identificó, dando nombres, hasta veintiséis personas a las que acusó de practicar la brujería. Hombres y mujeres de los alrededores que se reunían en clandestinidad, para celebrar aquelarres y adorar a Satanás.

Tanto la familia de la niña como el párroco local llegaron a la determinación de que debía de estar poseída y atormentada por las brujas. John Shaw recurrió a las autoridades para que arrestasen a las veintiséis personas que su hija había identificado. Con reticencia, los ministros accedieron para apresar a aquellas personas, y con cada detención fueron cesando las torturas y padecimientos la pequeña Christian.

Marzo de 1697

Los juicios dieron comienzo y la gran mayoría de los apresados quedaron en libertad por falta de pruebas concluyentes. Pero siete de ellos, entre los que se encontraban la sirvienta Catherine Campbell y la anciana Agnes Naismith, bautizadas como las brujas de Paisley; fueron condenados a muerte.


El 10 de junio se ejecutaron a todos y Agnes Naismith maldijo a los presentes y a sus descendientes. Pero curiosamente los tormentos de Christian Shaw desaparecieron para siempre y cuando creció se convirtió en una exitosa mujer de negocios, productora de hilos.

Los restos mortales de las brujas y brujos de Paisley fueron enterrados en un cruce conocido como "Maxwelton Cross", lugar que aún es visible en la actualidad.