En tiempos de la guerra carlista un joven de As Pontes de García Rodríguez (A Coruña), de familia humilde, más bien pobre, tuvo que ir obligado a hacer el servicio militar y fue enviado a la misma guerra. Una guerra en la que unos a otros se mataban sin miramiento ni compasión.
La novia del chico, al enterarse de la desesperanzadora noticia, se deshizo en un mar de lágrimas vaticinando, tal vez, el triste futuro y final que le aguardaba a su historia de amor con él.
El tiempo pasó eterno, los días se convirtieron en meses y los meses en años. La guerra terminó, pero él jamás volvió al pueblo. La joven no perdió la ilusión de volver a ver a su amado y, durante aquella larga espera, vio como los árboles del lugar, donde solía permanecer estática, crecieron como nunca. Era como si las copas de aquellos árboles compitiesen por avistar antes que ninguna el regreso del soldado para así anunciárselo a la desolada muchacha, que a menudo los interrogaba y hablaba con ellos como si realmente la entendiesen.
Una fría tarde lluviosa los árboles amarillearon de repente y perdieron todas sus hojas sin ser otoño, envejecieron prematuramente como contagiados por el dolor y la amargura de la joven. La eterna enamorada comprendió que tenía que aceptar los designios del destino, asumir que su novio debía haber muerto en la guerra y que nunca más le volvería a ver, pero aquello le llevó a morir de pena pocos días después.
Una fría tarde lluviosa los árboles amarillearon de repente y perdieron todas sus hojas sin ser otoño, envejecieron prematuramente como contagiados por el dolor y la amargura de la joven. La eterna enamorada comprendió que tenía que aceptar los designios del destino, asumir que su novio debía haber muerto en la guerra y que nunca más le volvería a ver, pero aquello le llevó a morir de pena pocos días después.
Cuenta la leyenda que a partir de entonces sobre su tumba nacían un sinfín de plantas y preciosas flores silvestres de variados colores. Y que cuando trasladaron a los muertos del antiguo al nuevo cementerio, exhumaron su cuerpo y éste permanecía totalmente incorrupto.
es precioso Kelita, en mi pueblo tambien existe una leyenda, de otra joven , tambien su gran amor se fue,pero este a la guerra, ella lloraba debajo de una vieja encina ( k es milenaria) es, la segunda de europa, y sabes lo k paso? pues k sus bellotas se volvieron amargas, de echo , la misma encina nos sigue regalando sus frutos , unos dulces y otros amargos, y no sabemos porke, besos wapa,te kiero
ResponderEliminar