martes, 30 de marzo de 2010

✪ Mary King’s Close. El barrio sellado de Edimburgo ✪


Volviendo a mis inicios en el blog de la web Libro de Arena, retomo el tema de un artículo de aquellos que alguien, una mala persona, despiadada y ruin, mandó a los infiernos de la nada cibernética.  Pero como una es tenaz y cabezota, hoy reescribo para blogger sobre un lugar encantado que me apasiona desde siempre. 

Llamarme loca, me da igual; pero he de confesar que tengo obsesión por esta ciudad, por su historia y por los misterios que albergan en ella, que no son pocos. Por supuesto estoy hablando de Edimburgo, algún día mis pies pisarán sus calles mojadas, un deseo que pienso cumplir en esta vida o la próxima.

Y es que ya se dice… “Escocia, un país de ensueño” La leyenda del lago Ness, la mítica espada de William Wallace, el Castillo ubicado en la cima High Street o popularmente conocida como la Milla Real ( The Royal Mile)…

Pero a mí lo que me llama poderosamente la atención (y no os penséis que es ver a hombres vestidos con faldas, que también podría ser, pero no) es el callejón sellado de Mary King’s Close. Un  barrio subterráneo, abandonado y oculto bajo las señoriales edificaciones de High Street. Un enclave lúgubre y de angostas callejuelas que albergó en su tiempo mucho sufrimiento, quizás demasiado…


El nombre del barrio se debe a una mujer. Una viuda llamada Mary King’s muy conocida entre el populacho, una madre coraje que se ganaba la vida vendiendo telas y cosiendo remiendos para alimentar a su familia. La casa de Mary estaba ubicada en Alexander King’s Close.

Alexander King’s había fallecido anteriormente en el 1619 y había sido un importante abogado que jamás tuvo nada que ver con Mary más que la similitud en los apellidos, probablemente una de las razones por la que el callejón terminó llamándose Mary King’s Close.

Mary falleció en el año 1644, un dato curiosísimo porque murió a vísperas de lo que desgraciadamente se iba a suceder a continuación en su barrio, el origen de todo. 

Con la superpoblación de la ciudad en el siglo XVII apareció la peste negra, también conocida como peste bubónica. La peste llegó por mar, en barco, procedente de Europa al puerto de Leith. La infección era transmitida al hombre a través de las ratas negras y las pulgas. Obviamente las clases sociales menos favorecidas, eran las que sufrían este terrible mal dado a sus condiciones de insalubridad y falta de higiene.

Los infectados por la peste negra eran aislados y puestos en cuarentena, pues se trataba de una enfermedad altamente contagiosa. Los enfermos sufrían la aparición de ganglios linfáticos llenos de pus que cubrían todo su cuerpo de pies a cabeza, convirtiéndolos en auténticos monstruos. Los enormes bultos infectos de la piel amenazaban con explotar y matar al paciente de una  septicemia. No existía una cura y nadie sobrevivía al mal.  

La epidemia comenzó en las Navidades de 1644, meses después del fallecimiento de Mary. Pero sin duda, el año más castigado por la brutal pandemia fue el 1645, justo un año después. El  barrio de Mary King’s Close fue el que recabó más número de víctimas contagiadas por el virus dado a que estaba situado en los suburbios más inmundos de la ciudad.

Las autoridades pertinentes por aquel entonces, para evitar que la plaga se extendiera al resto de la ciudad de Edimburgo, decidieron sellar literalmente el barrio.


Las clases sociales altas y pudientes huyeron despavoridas de la capital abandonando sus casas y posesiones, pero los humildes no tuvieron más remedio que hacerle frente a la mortal y contagiosa enfermedad, sobre todo los vecinos del callejón que quedaron completamente aislados entre sus muros. 

El ayuntamiento de Edimburgo nombró a Jon Paulitious médico oficial para combatir la plaga y le dotaron de una paga mensual inicial de 40 libras escocesas que subiría hasta 100.  A Paulitious le sustituiría meses después el doctor George Rae. Los médicos entraban ataviados con unos trajes de cuero, totalmente recubiertos, incluidos los pies, las manos y la cabeza. La cara la cubrían con una máscara dantesca de nariz puntiaguda, una imagen horrenda y espantosa que no debía de ser muy agradable de ver para los pacientes.

El barrio sellado de Mary King’s Close sólo se abría cuando el doctor visitaba a los enfermos, pero los médicos poco podían hacer ya para ayudarles. Al cabo de un tiempo todos los apestados del callejón fueron muriendo hasta no quedar ni un sólo superviviente.


El alcalde ordenó derribar los muros para retirar los cadáveres corruptos, putrefactos y malolientes. Se limpió la zona y las viviendas de Mary King’s Close se pusieron nuevamente a disposición de los habitantes de la ciudad de Edimburgo con el fin de volver a ser habitadas.

A partir de ahí comienzan a sucederse los rumores sobre fenómenos extraños, apariciones espectrales  y demás sucesos paranormales. 

El primer caso se dio en el año 1685. Un abogado de nombre Thomas Colthear y su mujer afirmaron ser visitados por los espectros de unos deformes animales y la cabeza fantasma de un viejo de barba gris que merodeaba por las habitaciones de su casa.

Pero la leyenda más conocida es la de Annie, una pequeña niña que quedó huérfana y sola sobre el austero camastro en el que habían fallecido sus padres en 1644, cuando comenzó el brote de peste. Un camastro que al poco tiempo se convertiría también en su lecho de muerte.

La historia se sucede cuando se le manifiesta el espíritu infantil a una médium de origen japonés que estaba haciendo una investigación en el lugar con un grupo de parapsicología. La sensitiva pudo comunicarse con Annie, la niña le confesó espontáneamente que se sentía muy sola y triste, además de relatar la terrible muerte de sus padres. La mujer se estremeció tanto ante el desolador testimonio de la pequeña que para paliar su tristeza, decidió regalarle un juguete. El juguete era una muñeca que colocó sobre un vetusto arcón de madera. Annie sonrió agradecida y la médium afirmó a los presentes que mientras hubiera juguetes sobre aquel arcón colocado en uno de los rincones de la estancia, la pequeña estaría feliz. Es por ello que muchas de las personas que visitan hoy en día el barrio sellado de Mary King´s Close agasajan a Annie con un juguete y demás objetos variopintos que depositan sobre el viejo arcón de madera.   

Para mí será un placer poder visitar algún día este lugar. Si tengo la oportunidad de poder pisar la ciudad de Edimburgo pienso conocer y vivir en mis propias carnes la experiencia. Saber qué es lo que transmiten exactamente estas angustiosas y oscuras callejuelas, qué se sentirá al caminar expectante y sigilosamente por cada una de las estancias del callejón y por supuesto, sin olvidarme de la pequeña Annie, para poder ofrecerle un presente y que su espíritu siempre esté feliz.